Por Pilar Carrizosa, autora de Jamón, jamón

Una cosa es degustar un buen jamón y otra muy distinta es catarlo. Cuando catamos el jamón ibérico, cada sentido tiene una función que cumplir: la sensación de intensidad olfativa denota la calidad de un ibérico de primera (ese olor­cillo a buen jamón que conocemos); aspectos visuales como el brillo y el veteado, además de la coloración de la grasa, dan fe de su maduración y calidad; su textura hace alusión a la dureza de la grasa y su fluidez, y su sabor puede ser salado, dulce y amargo.

La cata del jamón ibérico a través de los sentidos

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Fuente: Libro Jamón, Jamón

La vista

A través de los ojos, detectamos en el jamón tres aspectos fundamentales: 

  • Brillo: a temperatura ambiente, el brillo es mayor cuando exhibe un alto porcentaje de grasa intramuscular. Una parte de esta se encuentra en estado líquido, y se extiende por toda la superficie cuando se corta el jamón. Nos referimos a ese brillo característico y apreciado de un jamón ibérico de bellota. 
  • Veteado: es, sin duda, un símbolo de calidad procedente de la grasa in­tramuscular del jamón; se observa, al corte, a simple vista. Esos puntitos blancos que aparecen en toda la piel una vez que se le ha metido el cuchillo, son los llamados cristales de tiroxina o aminoácidos, que aparecen en el jamón al final de una larga maduración y son sinó­nimo de calidad de la pieza, hablando siempre de jamones de bellota. 
  • Coloración de la grasa: La grasa que recubre la super­ficie del jamón es de color amarillo (más o menos intenso, según el período de maduración). Por dentro, debe tener un tono blanco, más el leve matiz amarillento. Una coloración más o menos rosada de la grasa puede indicarnos la calidad del jamón.

El tacto

En lo referente a la textura, conviene te­ner en cuenta algunos matices: 

  • Sequedad: se refiere al grado de acuosidad del jamón. La temperatura, la humedad re­lativa, el proceso de curación y el peso de la pieza influyen:cuanto mayor sea el tiempo de ma­duración y más altas las temperaturas, menor será la presencia del agua. Su humedad ideal es inferior al 45%. 
  • Fibrosidad: establece la propensión de la lon­cha a abrirse en fibras y la pujanza de estas a derrochar estructura. La grasa intramuscular es clave. Depende de ella y del tamaño de los haces de fibras musculares. El ibérico, al presen­tar altos índices de grasa intramuscular, debería dar una sensación de fibrosidad pequeña, pero debido al ejercicio continuado que el cerdo rea­liza en la montanera, la fibrosidad es mayor en las infiltraciones de grasa de las extremidades posteriores. 
  • Dureza o consistencia: es evidente que, si el jamón está duro, no nos hará ninguna gracia, pero en el equilibrio está la virtud. Cierto grado de dureza o firmeza y un justo tiempo de masti­cación favorecerá y estimulará nuestro paladar. 
Cata jamón ibérico
Fuente: Libro Jamón, Jamón

El gusto 

En el jamón encontramos tres sabores fundamentales: 

  • Salado: debido a su largo período de cura­ción, el ibérico tolera un mayor contenido de sal que otros tipos de jamón, aunque, como es lógico, nunca deberá ser excesivo. Valora y dale puntos. 
  • Dulce: los aminoácidos y derivados de azúca­res provocan este sabor. ¿Por qué? Durante la fase de maduración se producen reacciones que dan lugar a compuestos que aportan pequeñas sensaciones ligeramente dulzonas. Saborea y analiza. 
  • Amargo: este sabor no debe ser excesivo, ya que de lo contrario indicaría una reducción del tiempo del proceso de curación o una elabo­ración con temperatura excesivamente baja. Decididamente, si eso ocurre, destiérralo.

El olfato 

Para la sensación olfatoria que se percibe a través de las fosas nasales y el paladar durante la mas­ticación del jamón (los expertos utilizan el vocablo flavour), existen diferentes grados: 

  • Intenso: durante el proceso de maduración se desprenden gran cantidad de sustancias volátiles, muchas de ellas olorosas. Conforme avanza el proceso, el aroma va siendo más intenso. 
  • El aroma curado: por los nitratos naturales de la sal durante el proceso de elaboración del jamón (y para su conservación), surge uno de los aromas más apreciados del ja­món ibérico de bellota: el aroma a curado.
  • Rancio: Hasta cierto grado se consi­dera positivo, pero un exceso de este matiz se asocia a jamones pasados de curación.