Por: Pilar Plans, autora de Somos lo que comemos y 55 verdades sobre lo que comes.

El colesterol es un lípido que pertenece al grupo de los este­roides. A pesar de su reputación, el organismo lo nece­sita para su funcionamiento, pero siempre en cantidades adecuadas, porque un aumento de sus niveles normales en sangre se puede convertir en un problema de salud. 

Las funciones del colesterol

  • Forma parte como elemento esencial, específico y estructural de las membranas celulares. 
  • Es precursor de las hormonas sexuales y suprarrenales, y de los ácidos biliares (estos últimos colaboran en la síntesis del propio colesterol y en el pro­ceso de la digestión y absorción de los nutrientes). 
  • Desarrolla un papel importante en el transporte de los ácidos grasos. 
  • Interviene en la formación de la vitamina D. 

En el organismo, el colesterol que proviene de la dieta se ab­sorbe a través del intestino, pero la mayor parte se sintetiza en el hígado. Al ser un lípido, es insoluble en agua y no se di­suelve con facilidad, razón por la cual debe unirse a las lipoproteínas (que se encuentran en el plasma sanguíneo y sí son solubles), y de esta forma circula con facilidad por el torrente sanguíneo hacia los tejidos y órganos. 

Pero no todas las moléculas de lipoproteínas son exacta­mente iguales. Unas pueden pesar más que otras, en dependencia de la relación de contenido que exista en ellas entre el porcentaje de proteínas y el de lípidos. Y esto da lugar a la existencia de dos tipos fundamentales de coleste­rol que, desde el punto de vista de la salud, son los que más nos interesan. 

Sí en la lipoproteína hay más lípido (80%) que proteína (20%), como la grasa flota, la lipoproteína pesará menos, será de baja densidad, dando lu­gar a LDL, o colesterol malo. Pero sí ocurre lo contrario, es decir, que el porcentaje de proteínas es superior al de lípido, la lipoproteína pesará más y será de alta densidad, produciendo HDL, o colesterol bueno. Veámoslos en detalle: 

LDL o colesterol malo: Su misión es la de transportar el colesterol del hígado y del intestino a las células de los te­jidos del organismo que lo necesiten. Hasta aquí su misión es correcta y al mismo tiempo necesaria, pero si este tipo de lipoproteínas llega a las células en cantidades excesi­vas, estas son incapaces de asimilarlo todo, y el colesterol sobrante circula por el torrente sanguíneo y se va pegan­do a las paredes, principalmente de las arterias del sistema circulatorio. Este depósito de grasa, que se adhiere, hace que se vaya estrechando poco a poco el calibre de los va­sos sanguíneos y, como consecuencia, puede derivar en un cuadro clínico de ateroesclerosis. 

HDL o colesterol bueno: Es el tipo de colesterol que se consigue eliminar. Las lipoproteínas que contienen un mayor porcentaje de proteínas en su molécula se dedican a recoger el colesterol sobrante que circula de forma libre por el torrente sanguí­neo y, al mismo tiempo, desprenden el que se ha ido deposi­tando en las paredes de los vasos sanguíneos y lo vuelven a llevar al hígado para ser excretado y eliminado. Además, ayudan a mantener los niveles correctos de colesterol total en sangre y a prevenir enfermedades cardiovasculares. 

¿Cómo mejorar los niveles de colesterol bueno o HDL? 

  • Procurar no abusar de las comidas, comer con moderación. 
  • Evitar el abuso de las grasas saturadas y grasas trans. 
  • Aumentar el consumo de frutas y verduras. 
  • Procurar consumir aceites de origen vegetal, y disminuir el consumo de grasas de origen animal. Están comprobados los efectos beneficiosos del aceite de oliva en la salud.
  • Evitar el sobrepeso. Hay que tratar de gastar el exceso de calorías que se ingieren. Es conveniente hacer ejercicio o caminar de forma regular.

Por último, es importante realizar controles periódicos para verificar los niveles de colesterol (total, LDL, HDL) en sangre.